jueves, 27 de abril de 2017

Ángeles negros




     Más allá del velo que ocultaba su rostro, reverberaba algo incomprensible, un aura que resplandecía en su propia oscuridad, que se adueñaba de todo lo que tocaba. Lo supe en cuanto la vi. En un instante todo dejó de ser lo que había sido; el mundo que me rodeaba quedó abolido en un abrir y cerrar de ojos.
     Es que fueron ellos —sus ojos— los demonios que hicieron que la escenografía de la realidad se desplomara en silencio, en una furiosa cámara lenta. A partir de entonces todo se ha ido perdiendo entre los pliegues de la memoria: Quetta, la procesión de burkas negras, los gritos, la sangre. Todo se hunde en la densa marea del olvido. Todo menos sus ojos.
     Ahí están.
     Aún los veo.
     Se aferran del recuerdo como ángeles negros al borde del abismo.




Imagen: AP Photo/Frank Augstein

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